Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico
El sedentarismo durante los confinamientos y la confirmación de la obesidad como factor de riesgo para la COVID-19 grave, ha llevado a un aumento de kilos global y a una preocupación grande por deshacerse de ellos. Sin embargo, los fármacos actuales contra la obesidad sólo permiten una pérdida de peso de entre el 5% y el 10%. Y los kilos perdidos casi siempre vuelven a aparecer cuando se deja la intervención.
Según recientes estudios, las incretinas parecen ser diferentes. A diferencia de otros fármacos para adelgazar, se trata de hormonas naturales que afectan a sistemas fundamentales metabólicos para la obesidad. Estos fármacos ralentizan el vaciado del estómago, regulan la insulina y disminuyen el apetito, con efectos secundarios en su mayoría leves o moderados.
Un ensayo clínico controlado, publicado en marzo involucró a 1.961 adultos que tenían sobrepeso u obesidad (peso promedio 105 kg, y se llevó a cabo en 129 sitios en 16 países de Asia, Europa, América del Norte y América del Sur).
Los participantes recibieron una dosis de 2,4 mg de una incrimina (la semaglutida) o un placebo semanalmente mediante inyección subcutánea (debajo de la piel). Los participantes también recibieron sesiones mensuales de orientación, estrategias de comportamiento y motivación impartidas por dietistas, con el fin de ayudarlos a adherirse a la dieta baja en calorías y aumentar la actividad física.
El 35% – un tercio- de las personas que tomaron el medicamento para tratar la obesidad perdió más de una quinta parte (mayor o igual al 20%) de su peso corporal total. Este hallazgo ha sido luego corroborado en otro estudio similar publicado en la revista The Lancet. Resumen de Libros
Después de perder peso, la fisiología cambia. Este importante, pero a menudo olvidado factor, ha sido abordado por investigadores del departamento de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Copenhague, en un experimento que consistía en mantener un peso reducido.
Los investigadores asignaron a cuatro grupos al azar, a 195 personas que habían perdido una media del 12% de su peso con una dieta muy baja en calorías. Un grupo volvió a sus patrones de vida normales, más una inyección diaria de placebo. Ese es el grupo de control.
Otro grupo recibió el placebo diario, más un programa de ejercicio flexible de intensidad moderada o vigorosa. A continuación, un grupo recibió una incretina en dosis subcutáneas semanal, sin prescripción de ejercicio. Por último, un grupo recibió la incretina y el programa de ejercicios.
Al final del año, el grupo de control recuperó casi la mitad del peso que había perdido. Los dos grupos sin ejercicio fueron mejores que el placebo. Pero los resultados de la incretina más el ejercicio fueron los mejores. Los sujetos de este grupo perdieron más peso, mejoraron su salud metabólica y consiguieron una mejor aptitud cardiorrespiratoria.
A pesar de estos buenos datos, los nuevos fármacos no eliminarán la obesidad ni harán que la gente esté realmente delgada. No hay que olvidar que el primer tratamiento para combatir la obesidad siempre será regularizar los hábitos alimentarios y aumentar la actividad física, y cuando ello no sea suficiente, podrán añadirse tratamientos farmacológicos.
El confinamiento COVID impulsa la lucha contra la obesidad
Por el Dr. Pedro L. González, especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y periodista científico
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2024-05-21
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